Inteligencia intelectual (IQ) versus inteligencia emocional (EQ): ¿Cuál es más importante?

 

Inteligencia intelectual (IQ): Una capacidad mental general que envuelve la habilidad de razonar, planificar, resolver problemas, pensar de manera abstracta, comprender ideas complejas, aprender rápidamente y aprender de la experiencia. Comúnmente conocida como inteligencia, primariamente medimos estas habilidades mentales a través del IQ o coeficiente intelectual.

Inteligencia emocional (EQ): La habilidad para percibir, identificar, evaluar, controlar y expresar las emociones, propias y de otros. Esta importantísima habilidad emocional correlaciona con, pero no puede ser medida a través de las pruebas de coeficiente intelectual o IQ. La inteligencia emocional contiene tres competencias principales:

  1. La conciencia o conocimiento de uno mismo.
  2. Aplicar nuestras emociones a procesos mentales tales como resolver problemas y pensar.
  3. Manejar (controlar y regular) las emociones, lo que a su vez implica ser capaz de ayudar a controlar los sentimientos de otros.

Establecer la importancia de un tipo de inteligencia sobre el otro es como argumentar a favor o en contra de una inteligencia adquirida «a través de los libros» (IQ) en oposición a otra inteligencia que solo se aprende «en la calle» (EQ). En su popular libro Emotional Inteligence (Inteligencia emocional), Daniel Goleman sugiere que EQ es actualmente más importante que IQ. Para Goleman y otros psicólogos, el coeficiente intelectual o IQ representa una medida demasiado estrecha de lo que nuestras habilidades humanas realmente son. Para estos psicólogos, el problema consiste en que definimos inteligencia como una habilidad general, cuando en realidad existen múltiples tipos de inteligencias y cada persona puede tener fortalezas —y debilidades— en cada una de estas áreas. Para los defensores del valor del EQ en definir la inteligencia, la habilidad para entender y expresar emociones tiene un rol igual, sino más importante, en determinar cómo las personas funcionan en la vida. Una persona con alta inteligencia emocional puede usar las emociones para facilitar y controlar los intercambios verbales (la comunicación) con otras personas. Esto es debido a que las personas emocionalmente inteligentes saben usar las emociones (propias y ajenas) para entender y facilitar su conocimiento y lo que piensan.

A pesar de la gran importancia atribuida a nuestra inteligencia o IQ a través del tiempo, lo cierto es que más recientemente hemos aprendido a reconocer que tener un alto coeficiente intelectual no garantiza que seremos exitosos en la vida. Las personas con coeficientes altos de inteligencia (IQ) típicamente tienen mejores notas en la escuela, lo que a su vez ayuda a que ganen más dinero cuando son adultos, pero nuestro IQ dista mucho de ser el único determinante para tener éxito en la vida. Una vida personal exitosa se beneficia de una compleja gama de influencias, entre las cuales sobresale la inteligencia emocional del individuo. En el mundo laboral, muchas compañías ya están incluyendo adiestramientos en inteligencia emocional y usando pruebas de EQ como parte del proceso para reclutar nuevos empleados. Esto ocurre porque los individuos con una alta inteligencia emocional son vistos en el mundo laboral como individuos con alto potencial de liderato. Los individuos con alta inteligencia emocional a su vez son reconocidos como excelentes compañeros de equipo debido a su habilidad para entender, empatizar (participar afectivamente en la realidad de la otra persona) y conectar con las personas a su alrededor. Resumiendo, el IQ se usa para determinar las habilidades académicas del individuo, pero EQ es por mucho un mejor indicador de éxito en el mundo laboral, identificando líderes, buenos compañeros de equipo y personas que mejor pueden trabajar por sí mismos (sin necesidad de otros). Como ilustración, en un grupo de diez personas, todas con buen intelecto, EQ es el factor que las separa entre exitosas o no exitosas. Definida así, nuestra inteligencia emocional es como un puente que conecta nuestras ideas y emociones por un lado con poder manejarlas y negociarlas al otro lado para beneficio personal y de otros. Contrario a nuestras habilidades intelectuales (p. ej. pensamiento lógico-matemático) que son estables a través del tiempo, sufriendo solo cambios mínimos al final de la adolescencia, nuestra inteligencia emocional se puede desarrollar a través del tiempo siempre y cuando se le atienda y pongamos esfuerzo.

 

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Educación > Autoayuda > Disciplina > Emociones del niño

 

¿Necesitas un modelo en educación emocional para implementarlo en el aula? Entonces, echa un vistazo a este innovador recurso:

RET: La fórmula para educar niños emocionalmente inteligentes

Una guía psicoeducativa para padres y maestros

Sinopsis:

Un informativo viaje dentro del fascinante mundo emocional del niño para entender los pensamientos y sentimientos que, de manera negativa o positiva, influencian su comportamiento. Aplicando los principios RET (pienso — siento — actúo), nuestros niños aprenden a superar los retos de sus situaciones personales difíciles, manejando mejor su mundo emocional.

Descripción larga:

«RET: La fórmula para educar niños emocionalmente inteligentes» de Carmen Y. Reyes es una innovadora guía psicoeducativa para padres, maestros y otros profesionales al servicio de los niños. Por décadas, los maestros y personal auxiliar sirviendo a niños con necesidades especiales han usado intervenciones cognitivas-emotivas para ayudar a niños crónicamente disruptivos, en particular, niños con problemas de coraje recurrente y niños agresivos. Siguiendo un sistema de regulación emocional conocido como «Modelo ABC de las Emociones», los niños estresados aprenden cómo su conducta agitada en el punto C (la consecuencia) no es una reacción a lo que les pasó en el punto A (el antecedente), sino una reacción a lo que ocurrió en el punto B (el punto de sus creencias o beliefs en inglés); o lo que es lo mismo, la conducta alborotada del niño en C es una reacción a B; o sea, una respuesta a su creencia o a lo que el niño está pensando y creyendo sobre lo que le pasó. Más específicamente, los sentimientos de coraje del niño y sus conductas agresivas son consecuencia directa de ambos: (a) sus pensamientos negativos acerca de lo que le pasó y (b) su habla privada o personal negativa (las cosas negativas y pesimistas que el niño se está diciendo a sí mismo). Influenciándose mutuamente, los pensamientos negativos y su habla privada pesimista son creados y repetidos hasta la saciedad en la mente del niño en su punto emocional B, o en el nivel de sus creencias. Central a la filosofía RET está la premisa de que las cosas que nos pasan (los eventos) no son ni buenos ni malos; ni positivos ni negativos. Por lo tanto, los eventos no nos influencian; tampoco determinan nuestra conducta o las cosas que hacemos. Lo que verdaderamente nos influencia a comportarnos como lo hacemos es nuestra percepción e interpretación personal de A (del evento). Por ejemplo, al percibir el evento como «horrible y espantoso; una pesadilla», el niño «le pega una etiqueta negativa» a ese evento (el evento fue «humillante» para el niño), y entonces, el niño reacciona a su etiqueta (humillado y en actitud vengativa), en lugar de responder objetivamente al evento actual. Si pensamos esto más detenidamente, podemos darnos cuenta de que en esta premisa RET existe una poderosa idea: Nuestras emociones, positivas y negativas, no ramifican de nuestro medioambiente o de las cosas que nos pasan, sino de lo que pensamos y creemos acerca de las cosas que nos pasan. Esto conduce directamente a un segundo postulado, quizás más empoderante que el anterior: Todos tenemos un alto grado de control sobre la manera en que nos comportamos y sobre nuestra conducta en general. Si no nos gusta la forma en que nos estamos sintiendo (o comportando) en relación a un evento, todo lo que tenemos que hacer es cambiar la manera en que estamos pensando en relación a ese evento. En esta informativa guía en educación emocional, la autora detalla el procedimiento RET para niños, presentando intervenciones especialmente diseñadas para ayudar a los niños a tomar el mando de sus sentimientos, lo cual, por extensión, los ayuda a asumir sus responsabilidades personales y a reclamar el control sobre su propia conducta. El modelo RET y sus procedimientos son apropiados para manejar niños con problemas de coraje, con déficits en destrezas sociales/pobres interacciones, o simplemente para ayudar a niños con conductas típicas, pero que están batallando contra las preocupaciones y pesares inherentes a su crecimiento mental y emocional.

Tópicos desarrollados en esta guía:

Autocontrol

Autodisciplina

Autoeficacia

Autoestima del niño

Autoimagen del niño

Autonomía y responsabilidad

Pesimismo/Optimismo

Dando apoyo emocional al niño

Niños estresados

Manejo del coraje

Conducta del niño

Emociones del niño  

Inteligencia emocional

Pensamiento y razonamiento crítico

 

6x9/122 págs

En formatos impreso y digital

8.00 Edición Digital/16.00 Edición Impresa (USD)

7.20 Edición Digital/14.40 Edición impresa (Euros)

 

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